8 de octubre de 2010

Zahorí

Se llama "zahorí" a la persona que,utilizando unas varillas u otros instrumentos análogos, es capaz de detectar la presencia de corrientes de agua subterráneas.

Se trata de un procedimiento que lleva utilizándose durante miles de años, con unos resultados prácticos bastante aceptables en cuanto a la precisión del lugar sobre el que debe abrirse un pozo.
Menos precisa resulta ser la determinación de la profundidad y, absolutamente fantasiosa la indicación de su caudal o de si las aguas son potables.

Esta práctica acostumbra a presentarse mezclada con otras determinaciones por medio del péndulo, que en realidad pertenecen al campo de la Radiestesia y que, técnicamente, no tienen nada que ver con la del zahorí.

En general suele rodearse de un aire misterioso, actuando "el iniciado" cómo si estuviera en posesión de poderes sobrenaturales.

Al ser preguntados sobre el tema, se descubre que conocen lo que tienen que hacer, pero ignoran totalmente el fundamento de las razones por las que funciona.

El detector.

Para proceder a un análisis riguroso, lo primero es determinar la naturaleza del campo de fuerzas en el que estas cosas suceden.
Resulta ser de naturaleza gravitatoria.

El órgano sensor se sitúa el los oídos internos, funcionando cómo corrector del "estado de equilibrio" del zahorí.

El acto reflejo que provoca la "pérdida de equilibrio" al producirse un cambio en la posición del sujeto, da lugar a que inicie el movimiento de giro de las palmas de las manos, para presentarlas de frente y así amortiguar los efectos de la posible caída.

Cuando el zahorí en su pausado caminar, pasa por la vertical de una corriente formada por un flujo de partículas con masa mecánica, el campo gravitatorio detectado sufre una levísima alteración, lo que provoca el inicio del acto reflejo ante la presunta "pérdida de equilibrio".
Dura fracciones de segundo, ya que las sucesivas señales y especialmente la observación visual, transmiten al cerebro la indicación de que se trata de una falsa alarma, volviendo el sistema rapidísimamente a la normalidad.

Todo sucede en un tiempo tan breve, que en condiciones normales pasa desapercibido, pero cómo el zahorí camina con los brazos semi extendidos y en las manos lleva las varillas, el sólo acto de insinuar el giro de las palmas de las manos, da lugar a que las varillas inicien el movimiento de giro hacia el interior, movimiento que ya es irreversible.
Las varillas se cruzan, indicando la vertical del punto de paso de los oídos del zahorí sobre la corriente.

Cuando, estando situado sobre la vertical de la corriente y dentro de ella, camina saliendo hacia afuera, las varillas se separan. Esto también permite detectar ese punto, aunque con menos exactitud.

La presencia en el mismo oído de dos sensores, uno en el utrículo y otro en el sáculo, unido a la circunstancia de que sus planos óptimos de trabajo, forman entre si un ángulo muy próximo a los 45º, permite al zahorí controlar su posición respecto a la vertical, aunque su cabeza esté tan inclinada que los sensores rigurosamente verticales, no resulten plenamente operativos.
Esta circunstancia permite detectar, por medio de estos sensores inclinados 45º, el paso por un punto situado a la misma distancia de la vertical que la profundidad a la que se encuentra la corriente.
Es suficiente medir esa distancia, para conocer la profundidad con bastante aproximación.


El perfil de la corriente.

Con este conjunto de conocimientos técnicos, es posible obtener una serie de datos que permiten, no sólo conocer el lugar y la profundidad, sino también hacerse una idea bastante aproximada de cómo es la sección recta de la corriente.

Siguiendo lo anteriormente explicado, se determinan los siguientes puntos:


Las verticales de las márgenes de la corriente, V1 y V2.

Las márgenes de la corriente detectadas por los sensores inclinados a 45º, D1 y D2.
Dado que sólo se detectan al alejarse de la vertical de la corriente y no al acercarse, el punto D1 se capta porque las varillas se cruzan, mientras que el punto D2 porque se separan.

Lo mismo sucede en la determinación de los puntos I1 e I2.

El conocimiento de estos seis puntos, permite trazar geométricamente un exágono, en el que se encuentra contenido el perfil de la corriente de agua, lo que viene a dar una primera aproximación de su posible caudal.

No se capta la parte del conducto por el que no circula agua, a la que se ha llamado "sección seca".

Colocado el zahorí sobre la vertical de la corriente y dentro de ella, al situarse con las varillas en posición de trabajo y mirando hacia la dirección de la que procede el agua, al cabo de un breve tiempo, las varillas se cruzan. Lo hacen de un modo que puede definirse cómo "timidamente", pero se cruzan.

Cómo es de esperar, la posición del zahorí recibiendo la corriente por la espalda, termina provocando que las varillas se separen.

Esto permite conocer el sentido de circulación del agua y por la intensidad de la señal, hacerse una idea del grado de turbulencia. Con ello se aporta un dato más a tener en cuenta para la estimación del caudal, al considerar que a mayor turbulencia, suele corresponderle más velocidad.
En todo caso, la estimación del caudal es sólo eso, una estimación, nunca un dato exacto.


Las misteriosas líneas.

Conocidos los aspectos técnicos en la detección de corrientes de agua, falta por determinar la naturaleza de las líneas, que no presentan un ancho capaz de ser medido y cuya profundidad no ha podido ser determinada.

Cuando el zahorí se acerca a la vertical de la corriente, lo primero con lo que se encuentra es la márgen más próxima a él. Los sensores captan la alteración gravitatoria y disparan la alarma.
Las varillas se cruzan.

En una corriente situada a bastante profundidad, en el momento de alcanzar la vertical exacta de la márgen más próxima, la señal es tan débil, debido precisamente a esa profundidad, que no se dispara la alarma,, siendo preciso adelantarse un poco más hacia la vertical del centro de la corriente, para que la señal se produzca.
Esto da lugar a que los puntos de detección de ambas márgenes, se encuentren un poco más próximos entre si que en la realidad.
A medida que la profundidad aumenta, esta separación disminuye, hasta alcanzar un momento en el que no es posible diferenciar el uno del otro, por lo que la corriente se detecta cómo una línea.

Para hacerse una idea de la profundidad a partir de la cual esto ocurre, las mediciones prácticas indican que una corriente de agua con una anchura de un metro, pasa a detectarse cómo una línea a partir de un espesor de 65 m de roca caliza.


La red de líneas.

En los plegamientos de la corteza terrestre, la zona en la que se debilita más cada estrato es el punto de máxima curvatura, por lo que es en ella dónde se forman más grietas.
Las aguas subterráneas tienden a abrirse camino por las zonas de menor resistencia, por lo que aprovechan estas grietas del terreno y circulan por ellas.

El zahorí capta en la superficie la proyección vertical de estas corrientes, que debido a la profundidad se detectan cómo una familia de líneas sensiblemente paralelas.



En el dibujo se representa un corte del terreno, mostrando un plegamiento geológico que contiene una familia de corrientes de agua formadas en él.

Se señala con trazos su proyección verical hasta la superficie y en ella, en color azul, la familia de líneas sensiblemente paralelas, tal cómo las capta el zahorí.

La presencia a diferente profundidad de dos plegamientos cruzados entre si, da lugar en la superficie a la detección de dos familias de líneas que se cruzan en ángulo aproximadamente recto.
Es la conocida cuadrícula de líneas, a la que se suele llamar "retícula" o "red".

Nota: ver ampliación en http://www.comentariosamisterios.blogspot.com/

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